lunes, 3 de mayo de 2010

Los orígenes del maquillaje

En todas las épocas y en todas las culturas, ya sea con fines rituales o estéticos,

el ser humano siempre ha buscado transformar su aspecto físico a través del vestuario, los adornos y el maquillaje. De este último nos ocuparemos a continuación.

Para maquillar se utilizan los cosméticos, que son todas las preparaciones y elementos de uso externo para acondicionar y embellecer el rostro y el cuerpo, ya que limpian, colorean, suavizan o protegen la piel, los ojos, los labios, las uñas y el cabello.

La palabra cosmético proviene del vocablo griego kasmetikos que significa "embellecimiento experto".

Desde hace miles de años la cosmética ha servido para cambiar el aspecto del rostro, haciéndolo parecer más saludable, protegiéndolo de los rayos solares, como símbolo de estatus social o para realzar su atractivo y/o disimular defectos.

Las primeras evidencias del uso de cosméticos se remontan a 5,000 años antes de Cristo, en la cultura egipcia. Para aplicarse estas pinturas, utilizaban bastoncillos de punta redondeada, hechos de madera o bronce. Los arqueólogos han encontrado juegos de estos bastoncillos y botes de cosméticos en bellas cajas de maquillaje.

En un principio la pintura de los ojos tenía como función principal protegerse del sol intenso, pero poco a poco, lo estético comenzó a tener más importancia.

El embellecimiento de los ojos femeninos incluía una línea negra horizontal que se prolongaba hacia atrás en dirección a la oreja. Este elemento decorativo, muy característico de las mujeres egipcias, tenía un significado mágico, porque era una imitación de la forma de los ojos de los gatos, un animal sagrado para los antiguos egipcios. Las pestañas y las cejas se oscurecían con Köhl, un preparado de hollín y otras sustancias.

Esta obsesión por el maquillaje de los ojos duró varios miles de años. Se sabe que la reina Cleopatra experimentaba con nuevas combinaciones de colores, pintándose los párpados superiores de azul y los inferiores de verde brillante aunque también tenía a su disposición el violeta, el amarillo y tres tipos de blanco. Dos de estos últimos actuaban como antibióticos. Los egipcios también inventaron el carmín para los labios, el cual conseguían triturando el ocre rojizo hasta obtener un polvo fino que mezclaban con grasa de animal. También utilizaban máscaras de clara de huevo para cubrir las arrugas.

En la antigua Grecia, los cosméticos eran usados solamente por las cortesanas y representaban algo así como su marca personal.

El primer libro sobre el tema de la cosmética fue escrito por el filósofo romano Ovidio. En su obra habla del uso de la sombra de ojos negra hecha con cenizas de madera, así como de la sombra dorada, derivada del azafrán. Otro filósofo, Plauto, escribió la siguiente frase: "una mujer sin pintura es como una comida sin sal".

Los romanos descubrieron lo que hoy en día se conoce como el rimel. Para ennegrecer las pestañas utilizaban una mezcla de huevos de hormigas y moscas machacadas. También se elaboraban pestañas postizas tejiéndolas con seda o con pelo natural.

Tras la caída del imperio romano, el maquillaje femenino casi desapareció de Europa y sólo resurgió hasta el siglo XVII. En esta época la cara blanca era símbolo de un alto estatus social, mientras que la piel bronceada se ligaba con el trabajo duro de las campesinas. Las damas de clase alta habrían considerado repugnante una piel bronceada, por lo que utilizaban el maquillaje blanco.

Durante los siglos XVII y XVIII el lunar se convirtió en una moda. Éste comenzó como una manera de disimular las imperfecciones del rostro, pero pronto adquirió una vida cosmética propia. Se contaba una historia acerca de que Venus nació con un lunar sobre su mejilla y por lo tanto cualquier dama elegante que decidiera imitarla, ganaría en belleza. Esto proporcionaba la excusa para cubrir una mancha, una verruga o una marca de viruela con un pequeño parche negro circular o bien disfrazarla con un lápiz de maquillaje negro. El uso del lunar se hizo tan famoso que incluso mujeres con pieles perfectas se sumaron a la moda pintándoselos como un recurso decorativo.

La moda derivó en un lenguaje frívolo y de coquetería en la corte de Luis XIV: el lunar significaba pasión si se colocaba junto al ojo, alegría si se hacía en el centro de la mejilla y soberbia en la frente. En pleno siglo XX, algunas actrices como Marilyn Monroe, se dibujaban un lunar cerca de los labios para verse más sensuales.

En ese siglo, los descubrimientos y avances científicos permitieron crear una industria del maquillaje propiciando que los productos se abarataran y que estuvieran al alcance de la mayor parte de las mujeres.

El colorete se empezó a difuminar en las mejillas en lugar de ser aplicado en forma redonda y los colores carmín o granate fueron usados para los labios. También se hace común el empleo de un lápiz para delinear las cejas cuidadosamente depiladas. La gama de colores para las sombras de los ojos se amplían: dorados y plateados combinados con marrón, azul y violeta.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el maquillaje comenzó a escasear y las mujeres tuvieron que recurrir a su ingenio para maquillarse. Por ejemplo utilizaban el betún de los zapatos para ponerse en las pestañas y en las cejas, y sustituyeron el colorete con pétalos de rosa bañados en vino tinto. Al finalizar la guerra se dejaron de usar los tonos muy oscuros para los ojos y la boca, optando por una apariencia más dulce y suavizada. Las modelos a seguir fueron Grace Kelly y Elizabeth Taylor.

La década de los sesenta del siglo XX fue de grandes cambios en la vida de las mujeres, quienes optan por las pestañas postizas y las pelucas; tampoco hay que olvidar que fue la década en que la minifalda revolucionó la moda lo mismo que el bikini. En cuanto al maquillaje, ya no se habla de un solo color de barra de labios, sino de una gama completa de tonos y matices.

En los últimos años, el maquillaje se ha utilizado para realzar los rasgos más bonitos y ocultar o disimular los menos agraciados. La cosmética ha llegado a tal refinamiento que actualmente puede contribuir de manera eficaz a que el rostro se vea más fresco y natural de lo que sería si sólo dependiera del sol y el aire. Parece que la premisa vigente es: "me maquillo para no parecer maquillada".

Fuente: http://revistalaura.com/articulos/investigacion_41/origenes_maquillaje_396.html

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